sábado, 20 de febrero de 2010

De la costilla de Adán...

¿Por qué las mujeres tenemos que guardar un papel pasivo y siempre aparentar lo que no somos? Nos levantamos por las mañanas con el pensamiento lleno de telarañas: recuerdos en forma de arañas que tejen y tejen más confusión. Tratamos de decirlo, lo comentamos entre amigas pero siempre con ese dejo de temor femenino que nos hace decir todo de color Rosa y, aunque el veneno de la araña se encaje en nuestra cabeza, dejamos eso a un lado y lo mostramos tan sólo como un sufrimieto inapelable característico de las feminas. No decimos que se nos revienta el hígado porque la Bruja maldita (y con eso me refiero a cualquier bruja maldita que ronde nuestras vidas) se le ocurrió molernos a palos ese de palabra, obra u omisión. Lo único que hacemos es presentar sutiles quejas, sin palabrotas para no ser, además de tonta sufrida, una vulgar. Esa quietud también se ve en el tema del amor que más de una vez, en lugar de darnos momentos llenos de loca pasión y paseos por las nubes, nos patea el trasero y nos hace sentir rídiculas, absurdas, estúpidas, locas, confundidas,... No dices nada, no lo haces porque crees que tienes la culpa de hacer, decir o sentir lo que fuese. Eres la culpable de que un idiota te ilusione, te prometa, te castigue, se eleve el ego a tus costillas, se burle en tu cara y luego te diga que no pasa nada, que "Las mujeres tienen una gran imáginaciòn y ven lo que no es". Te preocupas todo el tiempo de no parecer una tonta, de que no te odie por ser sincera y no decirle que, en realidad, es un tarado que se merece que le bajen su orgullo varoníl a suerte de palazos y uno que otro femenino bofetón
La pasividad de la mujer consta de eso: el hundimiento de su propia identidad para ser fiel al mundo de machos que crece como Roble en la propia casa y en donde se espera que ellos, todo el tiempo, hagan su santa voluntad, mientras nosotras nos colmamos de vanales obsesiones pues, si "de por sí somos tontas", lo único que nos queda es ocuparnos de la belleza, la juventud, la gracia, la maternidad futura o presente, acaparar el amor y los buenos partidos, escapar de la soledad, pero sobre todo esa maldita y eterna pasividad que nos impide decir o hacer lo que queremos, lo que en realidad somos y ser sinseramente inteligentes.

LA VERDAD DE LAS MENTIRAS

Resulta que la mentira sale a la luz. Resulta que la misma mentira que alguna vez pronunciamos con tanta indiferencia nos persigue y nos delata para hacer pagar, de su propia mano, el engaño. Sí, estoy convencida que hablar con certeza, hablar hasta que duela y pronunciar todas las palabras que se agolpan en la garganta es mucho mejor que ocultar. También estoy segura, que no hay mayor satisfacción que afrontar con valentía lo que somos, dejarnos de indiferencias añejas y de juegos de niños y tratar de crecer aunque nunca logremos madurar. ¿Quién, después de esto, pretende quedarse con sus temores? ¿Quién dejará que la mentira o la comodidad de un no viva dentro de su cuello, agolpando, y que sólo salga apurado para anunciar que su existencia es un fantasma?
Yo hablé. Y aunque hubo una resistencia firme al pronunciar, eche a volar mis palabras, las dejé suaves en el viento, ligeras y aún tan permanentes que me cuesta levantar la cara y decir "Yo soy la que dije, lo sostengo" Y, pese a todo, con el peso de la vergüenza, lo afronto. No hay nada como confrontarse Uno mismo con los otros para que, de la neblina de la mentira, aflore la verdad.

jueves, 18 de febrero de 2010

La vida sigue...

Parce que tout passe. mais non point le temps d´avoir
aimé, d´eimer encore, jusqu´à ce soufflé dernier, blentot,
ce dernier mot proche et terrible
Louis Aragorn
¿Cómo se traduce esa sensación inminente de fin? ¿Cómo, siquiera, entender que las cosas han terminado? En la vida siempre hay duelos, muertes de todo tipo que, en el momento menos pensado te quitan el aliento. Uno se despide de lugares, instantes, palabras, imágenes, ilusiones, personas y momentos. Pero no queda más, sólo acostumbrarse a las ausencias de esa vida que se acaba en pedazos, la vida desgastada que recobra fuerzas y se levanta, se abre camino y se entraga a nuevos "adios".
Explicar por qué ese afán de ceñir ideas abatidas. El afán lo provoca el pensamiento constante de separación; y es que, toda la vida somos presa del distanciamiento y la necesidad de aferrarnos de eso de lo que se nos separa, por eso, se nos llena la gargante de impotencia y derramamos sobre nosotros el llanto invisible de la consternación. Pero ¿Hasta dónde llega ese interes de apropiarnos de lo que nunca fue nuestro? ¿Por qué entregarnos a las tristezas que nosotros mismos nos arrojamos? Quizá es que somos tan humanos que nuestra necesidad es la de flagelarnos constantemente, sentirnos presas de nosotros mismos. Sí, lamentable o afortunadamente somos ésto: Pasiones que crecen o decrecen y la constante condena de ver como todo muere para, luego, reavivar nuevos sentimientos... nuevas risas que se tornan carcajada y carcajadas después llanto.
La vida se explica en muertes y nacimientos. Toda la vida son cíclos que se derraman sobre nosotros, se secan y vuelven a derramarse. Y así también nosotros, algunos días colmamos de ausencias a los otros, decimos adios o callamos entre aflicciones o sonrisas vengativas. Ultimadamente, la vida son fragmentos nuestros que juguetean para nosotros y en nosotros. Aún así, el sabor fresco son las gratas despedidas aunque puedan oler a cortos "Hasta luego". Finalmente, sólo queda esperar que la vida haga de las suyas entregando y arrebatando el objeto de nuestras angustiosas felicidades, "porque todo pasa, pero no el tiempo de haber amado, de seguir amando todavía, hasta ese aliento último, ya pronto, esa postrer palabra cercana y terrible"

domingo, 14 de febrero de 2010

El inicio

Escribir es una de las tareas necesarias e indispensables para el que lee y el que escribe. No obstante, es tan difícil comenzar una hoja en blanco donde no se sabe cómo decir lo que apenas se comienza. Este es mi problema, me levanto un día con el firme propósito de seguir con mi cotidiana vida (de la que hace ya algunos meses me he apropiado) hago lo indispensable, me planto en la computadora y luego hago de espia cibernético hasta llegar a este blog, de manera inesperada. Ahora, me dispongo a ser escudriñada o, incluso, a ser presa de la soledad; pero a final de cuentas, aquí estoy comenzando un nuevo proyecto que no sé muy bien hasta dónde llegará. En fin, doy la bienvenida a propios y extraños a este nuevo hogar en construcción esperando establecer nuevos cimientos.