En casa tengo una galería de caparazones, en ellos he guardado multitud de recuerdos que corren como locos sin saber dónde parar, golpean las paredes, chocan insistentemente, pero sé que nunca saldrán y eso me mantiene contenta. Por fuera, los revisto de colores, de alegres sonrisas, esporádicos gruñidos, ecos sin sentido y frases intelectuales que yo sería incapaz de pronunciar, solamente la mente-casiopea, ya sin vida y aferrada a vestir de máscaras la linda cara que se tiene que mostrar al exterior, para complacer con engañosas mentiras a todos aquellos que miran y, sobre todo, escuchan mi galería de caparazones.