J.
Nos agotamos como agua en una sartén al fuego.
Así nos consumimos: entre temblores, estremecimientos, estómagos alados y una porción de miedo que se funde. El instante eres tú, soy yo, es todo. Y entre movimientos tímidos y tardados nos damos cuenta que el tiempo ha pasado y no hemos hecho nada con él, sólo lo dejamos transcurrir en un caudal de aspiraciones, posibilidades y cautas esperas que nos alejan más de la tierra.
¿Dónde estoy? Ocupando una silla de falsos laureles; en espera de todo, esperando paciente lo que no será. Guardando la postura rígida de una dama de buen tiempo. Animosa con el endeble encanto de los años que nos condenan a estar sin ser. Acostumbrada a que la circunstancia teja la vida y no a tejerla yo misma pese a la circunstancia. ¿Quién dijo que así tenía que seguir el caudal de la esperanza?¿Quién dijo que soy yo la que miento y no los demás?
Y es que la vida parece que se teje en grandes mentiras... que por más que uno se esfuerce por vivir en la verdad esta otra se empeña en gobernar el mundo, como un dios malvado que se alimenta de nuestra propia desventura. Animal que lame nuestras heridas...
Y sin embargo somos lo que somos, un suspiro, un soplo... el instante.